La dura adaptación a la guarde. Miss Leotardos

A todo ello hay que unirle que Zoe nos sorprendió provocándose el vómito cuando la dejábamos llorando por las mañanas. ¿Cómo aprendería a hacer eso? Era una niña que nunca había vomitado en su vida!. Increíble pero cierto, nos tenía asombrados y asustados. El hecho de que tuviera este comportamiento hacía que el hierro que le estábamos suministrando para superar la anemia no fuera absorbido de forma adecuada; es más, lejos de aumentar las reservas, en los siguientes dos meses las disminuyó. Así que por indicación de su pediatra y para nuestra propia tranquilidad, decidimos sacarla de la guardería a los 4 meses.

Esto supuso un antes y un después en su enfermedad, ya que Zoe dejó de vomitar y al poco de sacarla empezamos a experimentar un incremento en su apetito que nunca habíamos vivido!.

Lo que teníamos claro es que en septiembre comenzaba de nuevo la guardería y esta vez no podríamos dejarnos llevar por la preocupación de sus vómitos. Al estar sana físicamente deberíamos centrarnos en atender sus necesidades emocionales ya que para nosotros el vómito suponía una importante llamada de atención. No consideramos en ningún momento que el vómito fuera algún tipo de chantaje como se suele tender a pensar en nuestros días, sino que simplemente Zoe no estaba preparada para iniciar su andadura fuera de casa. ¿Acaso un bebe de 18 meses debería estarlo?.

Llegó septiembre y el inicio de la guarde. Una semana antes me centré en explicarle y secuenciarle todo lo que iba a hacer para que no la pillara desprevenida. Puede parecer exagerado pero las rutinas y el anticipo de las cosas generan mayor seguridad en los peques y les hace entender mejor las situaciones. Dibujamos juntas en un mural como iba a ser el día a día en la “granja” (es así como llamamos a la guarde de Zoe ya que es una granja escuela. Algún día os hablaré sobre ella). Mamá la levantaría todas las mañanas cantando y le daría de desayunar, le diría adiós con un beso y se iría con papá en el coche escuchando música y charlando, en la guarde se quedaría con sus señoritas y le daría un beso a su papá, unos días haría pan, otros trabajaría en el huerto, etc… mil actividades hasta que llegara de nuevo mamá y se irían juntas a casa. Durante esta semana, además de visitar todos los días nuestro mural colgado en la pared, también le enseñaba fotos de la granja y repasábamos los nombres de sus amiguitos.

Toda esta rutina solo la realizábamos una vez al día ya que no se trataba de saturar a Zoe con demasiada información ni tampoco darle una importancia excesiva al inicio de su guarde.

A día de hoy, cuando aún no ha pasado ni un mes desde su entrada en la “granja” podemos decir que la adaptación de Zoe está siendo un éxito si no fuera por lo mal que está durmiendo. En tres semanas y media solo ha vomitado tres veces y en la última semana ya no ha llorado ningún día. Se queda tranquila y la recojo feliz!. Eso sí… desde la segunda semana, no pegamos ojo.

Acudí a su pediatra para que descartara una posible otitis o cualquier otra cosa que pudiera afectarle por la noche y el diagnóstico fue: adaptación a la guarde. Podemos decir que estaba durmiendo muy bien… algún día tenía algún despertar pero nada simbólico. Desde la segunda semana de guarde la situación dio un giro de 360º. Se despertaba cada hora u hora y media y me llamaba sin cesar. Como por mi estado me costaba mucho levantarme, en la mayoría de las ocasiones acudía su padre, un bendito que se ha comido y se está comiendo unas noches más que toledanas. Pero Zoe me sigue reclamando y llamando; y en muchas ocasiones se pone a llorar como nunca antes lo había hecho.

Como pedagoga, sé que está pasando por una etapa crítica en su vida y que emocionalmente se está enfrentando a cambios bastante importantes en su percepción de las cosas y en su relación con el entorno. A ello se le une que dentro de 10 días Zoe va a tener un hermanito… Es decir, está saturada de cambios en su vida!. La teoría me dice que Zoe debe dormirse solita, que sus papás deben levantarse 300 veces en la noche para atenderla sin caer en la tentación de meterla en la cama, que deben ponerle límites a la mamitis aguda que tiene, que mejor la atienda el padre por la noche porque así cuando nazca el bebé la mamá podrá estar liberada…  Pero como mamá prefiero dejar la teoría a un lado… Creo que en estos momentos tan intensos para ella, Zoe necesita que estemos a su lado, que la durmamos en brazos si es necesario, que duerma entre nosotros sí está pasando mala noche, que su mamá aproveche la “hijitis” aguda que ella tiene para contrarrestar su mamitis y que hagamos todo lo posible para que las noches de Zoe sean lo más reparadoras posibles sin miedos ni ansiedades.

A lo largo de los dos años de vida que tiene Zoe, me he dado cuenta de que los peques atraviesan mil etapas en su vida y todas pasan. La clave está en vivir dichas etapas con sentido común, haciendo en cada momento lo que consideremos que va a ser mejor para ellos y para nosotros, dejando trascender la inteligencia emocional que nos mueve y no dejándonos llevar por los dogmas que dicta nuestra sociedad. Una sociedad que está en continuo cambio y que cuando un día los niños debían dormir boca abajo, al día siguiente debían dormir boca arriba; o que la leche artificial debía suplir a la materna porque ésta no era suficiente mientras que ahora la leche materna es un estandarte en la alimentación infantil; que los niños debían utilizar el tacatá para andar pero ahora sin embargo es mejor no forzar la bipedestación… un sinfín de controversias que se mueven con los tiempos.

Mis máximas en el día a día son actuar con sentido común y tener siempre presente que la virtud siempre está en el término medio. Creo que de esta manera Zoe de mayor se convertirá en una niña normal, uno de los dones más valiosos que hoy día le podemos transmitir a nuestros hijos.

 

¿Cómo han ido las adaptaciones a la guarde de vuestros hijos?. Os animo a que contéis vuestras experiencias.

Besitos y Leotardos.